Mehmet Shehu se suicidó pegándose un tiro en la cabeza en la bañera de su domicilio (“en un momento de presión nerviosa”, precisa la versión oficial). Había sido ministro de Defensa de Albania y durante 27 años presidió el Consejo de Ministros. Tres inverosímiles acusaciones pesaban sobre él cuando fue defenestrado: haber espiado para la Unión Soviética, Yugoslavia y China, simultáneamente. Mientras, sus hijos Bashkim y Vladimir leían a Jean Paul Sartre, James Joyce, Albert Camus o Franz Kafka, escritores cuya producción literaria figuraba en la interminable lista de libros prohibidos. Su vivienda estaba situada frente a la de Enver Hoxa, el dictador que gobernó el país entre 1944 y 1985.
Ambos eran vecinos en un exclusivo barrio llamado Blloku. “Es una aldea de prosperidad en medio de la miseria, un enclave de lujo que el resto del país desconoce. Sus habitantes más importantes tienen limpiadoras y chóferes, lavadoras y lavavajillas, todos importados del extranjero, y manjares de los que la mayoría de los albaneses jamás han oído hablar. Blloku conoce la Coca-Cola y las piñas, los jeans y el jazz”, narra Margo Rejmer en su libro Barro más dulce que la miel (La Caja Books).
Blloku era entonces un territorio reservado para la élite del
Partido del Trabajo, un lugar férreamente vigilado e inaccesible para los
habitantes de Tirana. Una burbuja. La ciudad prohibida. El mundo feliz de los
gerifaltes de la nomenklatura es hoy un barrio arbolado en el que se suceden
los restaurantes que ofrecen cocina internacional, las cafeterías, los bares y
los clubes nocturnos.
Vivienda de Enver Hoxa, en el barrio Blloku
El silencio dio paso al bullicio. Hay establecimientos con
dibujos de inspiración picassiana y temática taurina, con fotos de Kurt Cobain,
con un Buda gigante en el jardín y locales para moteros con Harleys-Davidson a
la puerta. Un conjunto estrafalario. La casa del dictador se caracteriza por su
sobriedad y funcionalidad, y guarda un cierto parecido con los chalets que
podían verse en las afueras de cualquiera de las grandes ciudades españolas en
las décadas de los 70 y 80. Está intacta, vacía y sin rastro alguno que
identifique a su antiguo morador.
En la élite de Blloku también orbitaba Koci Xoxe, un líder
revolucionario y estrecho colaborador de Enver Hoxa desde los primeros tiempos
hasta que cayó en desgracia y fue purgado bajo la acusación de defender la
unidad balcánica. Beqir Balluku, cofundador del Partido del Trabajo, miembro
del Politburó y ministro de Defensa hasta que fue acusado de espiar para China
y ejecutado. Otros ministros fueron expulsados de este paraíso a campos de
trabajo y reeducación, el destino de los enemigos
del pueblo, como Sejfulla Malëshova (Cultura y Propaganda), Abedin Shehu
(Industria) o Niazi Islami (Comunicaciones), entre otros.
Además de ser el escenario de uno de los festivales
folclóricos con más prestigio de Albania (que se celebra en el mes de agosto y
del que hace una amplia cobertura la televisión), Gjirokastra es también la
localidad en la que nació Enver Hoxa. La vivienda de bajo y un piso en la que
abrió sus ojos es hoy un museo etnográfico y no hay en este inmueble un solo
registro que lo relacione con el dictador.
Casa natal del dictador, situada en Gjirokastra
Tras su etapa como estudiante en las universidades de
Montpellier (Ciencias Naturales) y París (Filosofía), regresó a Albania con el
carnet del Partido Comunista Francés en la cartera. En 1941 promovió la
fundación del Partido del Trabajo y combatió contra los fascistas italianos en
su país y frente a los nazis alemanes en Yugoslavia como partisano. Tres años
después, abolió la monarquía de Zog I y se hizo con el control absoluto tras
haber prohibido cualquier otra opción política.
Tito, el dictador de la vecina Yugoslavia, se convirtió en su
modelo hasta que rompió sus vínculos con la Unión Soviética y decidió ir por
libre. Iósif Stalin era su guía, el comunista infalible, el marxista-leninista
perfecto, pero cuando falleció el dictador y otro ocupó su cargo (Nikita
Jruschov), cambiaron las cosas porque éste cuestionó a su antecesor, y el
ortodoxo Enver Hoxa tampoco aprobó las negociaciones mantenidas con John F. Kennedy
para poner fin a la crisis de los misiles de Cuba. Roto el idilio, puso sus
ojos en China, pero la breve amistad con el país asiático llegó a su fin tras
una entrevista entre el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y Mao Zedong,
en Pekín, que se convirtió en el punto de partida del deshielo de las
relaciones entre ambos países.
“Los titistas, los traidores soviéticos, los países de Europa
del Este y China, todos ellos tenían un objetivo oculto y hostil: esclavizar
nuestro Estado. Les arrancamos la máscara y les decimos a la cara que Albania
no se vende ni por un puñado de trapos ni por unos pocos rublos, dinares o
yuanes”, exclamó Enver Hoxa ante la multitud.
Figura de Enver Hoxa a la venta en una tienda de Berat; a su lado, la del heroe nacional Skanderberg
Aislada del mundo, los alimentos escasearon y fueron
racionados, Albania no disponía de repuestos para reparar los tractores y otros
útiles destinados trabajar la tierra que
habían llegado de la Unión Soviética y China, los carromatos tirados por burros
se convirtieron en el medio de transporte habitual (siguen utilizándose
actualmente, como puede comprobarse en cualquier ciudad, ya sea Tirana o Dürres,
donde circulan por las mismas calles donde lo hacen potentes vehículos de alta
gama) y la supervivencia era el reto diario de sus habitantes, pero la obsesión
del dictador era otra: prepararse para rechazar cualquier invasión, que igual
podía ser obra de los soviéticos, los vecinos yugoslavos, una conspiración
interior, e incluso de los países que forman la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN).
Fortificó las fronteras, cerró todos los pasos de entrada y
salida del país y obligó a los menores de setenta años a seguir cursos de
aprendizaje en el manejo de las armas ficticias: un país con poco más de millón
y medio de habitantes llegó a contar con un ejército formado por 100.000
efectivos y 700.000 reservistas. La represión siguió el patrón aplicado
habitualmente en los países comunistas: el primer objetivo fueron los
colaboracionistas con el fascismo italiano y los monárquicos que no habían
logrado huir, y, a continuación, todos aquellos que no expresasen su entusiasmo
con el régimen.
Los historiadores manejan la cifra de 34.000 prisioneros y
50.000 internos en los campos de trabajo. El 20% de la población ejerció de
chivata de la Drejtoria e Sigurimit të Shtetit (conocida comúnmente con el nombre
de Sigurimi, una dirección de seguridad similar a la Stasi de Alemania del Este)
y uno de cada tres vivió investigado permanentemente. “La gente decía: si estás
solo, estás bien; si sois dos, estate alerta. Si aparece un tercero, echa a
correr”, (Barro más duce que la miel, Margo Rejmer). La infiltración era tal
que ni siquiera entre las cuatro paredes de una vivienda hablaban con libertad
sus componentes ante el temor de que alguno pudiese ser un delator.
Un albanés acabó en la prisión por hacer pública su
admiración hacia Beckenbauer cuando Alemania se enfrentó a Albania en un
partido de fútbol: le cayeron dos años, a los que le sumaron ocho por quejarse.
Otros fueron encarcelados por cuestionar el sabor de una pieza de fruta o la
calidad del pan, o ver el Festival de San Remo a través de la Televisión
Italiana. Los juicios eran linchamientos públicos y la miseria era tal que los
habitantes de Dürres o Vlorë cogían en el mar envoltorios de dulces italianos
que entregaban a algún ser querido como regalo y los niños jugaban a adivinar
que había contenido, cuenta Margo Rejmer.
Los bañistas toman el sol en medio de búnkeres que fueron arrastrados hasta la playa de Golem, y los que se encuentran en el paseo marítimo fueron objeto de intervenciones artísticas. Caminas por cualquier descampado y se suceden las elevaciones en el terreno, como si de grandes hongos se tratase, que delatan su presencia.
Búnker convertido en museo situado cerca del centro de Tirana
Cerca de la Plaza Skanderberg de Tirana hay uno que se
encontraba unido por pasillos subterráneos con el Ministerio del Interior.
Dispone de veinticuatro habitaciones que sirvieron como salas de
interrogatorios, celdas para detenidos, y un apartamento para que se refugiase
el ministro en el supuesto de que se produjese una guerra nuclear. Convertido hoy
en un museo, en una cúpula semicircular decenas de fotografías recuerdan a una
mínima parte de las víctimas del terror estalinista.
Lejos del casco histórico hay otro, dotada con más de un
centenar de habitaciones y un complejo de oficinas y dormitorios para los
dirigentes políticos. Hay un búnker por cada cuatro habitantes. Son más de
medio millón las construcciones defensivas salpicadas en un territorio de
28.748 kilómetros cuadrados.
Shtjefen Kurti fue
asesinado después de haber permanecido diecisiete años en la cárcel por
bautizar a un niño. Su sobrino, el ingeniero retirado Nikolin Kurti, se plantó
con una bulldozer en el lugar donde esperaba rescatar el cuerpo de su tío.
Fueron recuperados más de dos decenas y de todos costeó el análisis de su ADN,
pero ninguno era la persona que buscaba. Actualmente hay alrededor de 6.000
cadáveres ocultos en las cunetas de los que nada quiere saber el Partido
Socialista, que gobierna, y el Partido Democrático, que lidera la oposición.
Tampoco la sociedad quiere mirar hacia atrás y trata de esquivar cualquier
pregunta sobre el pasado.
“Enver Hoxa intentó crear el hombre nuevo albanés, costase lo
que costase, pero acabó creando un monstruo que, tras su muerte, se dejó
arrebatar por el capitalismo sin observar regla alguna, dispuesto a todo con
tal de enriquecerse cuando antes”, concluye Margo Rejmer. El Hotel Tirana Internacional
ocupa el solar donde estuvo asentada la catedral ortodoxa, establecimientos de
hostelería, casinos y grandes torres elevan sus perfiles en lo que parece un
festival de la ostentación, la horterada y el más absoluto caos urbanístico.
Museo Nacional de Historia
Minimizado por rascacielos que alcanzan 85 metros de altura se
encuentra el Museo Nacional de Historia en la céntrica y referencial Plaza
Skenderberg. El último vestigio de la era comunista. Es una estructura de
hormigón en cuya fachada central destaca un mosaico de estilo realista
denominado Shqipëra (Los albaneses).
Tiene once metros de altura y cuarenta de longitud y representa “El impulso del
pueblo albanés hacia su independencia e identidad”.
Cuenta con doce personajes. Los tres principales son la Madre Albania, representada por una
joven vestida con el traje tradicional y armada con un rifle, un obrero y un
guerrillero. En la parte izquierda hay otros cinco: un guerrero ilirio, dos
combatientes de la época de Skanderberg (el héroe nacional albanés que lideró
la lucha contra los invasores otomanos), el escritor Naim Frashëri y un
luchador. A la derecha se encuentran cuatro militantes armados y dos hombres y
dos mujeres, que representan la unidad entre los trabajadores y los campesinos.
Aunque los dos partidos que representan a la aplastante
mayoría de la población hunden sus raíces en la dictadura, en dos operaciones
llevadas a cabo en los años 1992 y 2011 modificaron el mosaico: la gran
estrella roja con los bordes dorados que se encontraba encima de la Madre Albania fue recubierta con los
pliegues añadidos a la bandera. El obrero que tenía un libro rojo en su mano
derecha lleva ahora una bolsa colgada al hombro. Una pequeña estrella roja
situada sobre el águila de dos cabezas de la bandera del guerrillero también
fue eliminada, precisa Petit Futé.
Santiguarse al pasar por delante de una iglesia o realizar el
más leve gesto de respeto hacia una sinagoga o una mezquita suponía años de
prisión, y los albaneses se acostumbraron a cambiar de acera cuando se
aproximaban a un templo (antes de que el régimen los hubiera derribado). Hoy,
algunos, también se cambian de acera, aunque hacerlo suponga circular a escasos
metros de la catedral ortodoxa de la Resurrección de Cristo, construida en el
año 2012. Lo hacen para alejarse de House
of leaves.
House of leaves
Situada en el número 12 de la calle Ibrahim Rugova se
encuentra una construcción de ladrillo rojo retranqueada, que recubre una
planta trepadora y está rodeada de árboles. Durante la dictadura comunista se
convirtió en la sede de la Sigumiri y el escenario de interrogatorios, torturas
y asesinatos. El centro del espionaje, para lo que emplearon equipos de escucha
alemanes, cámaras japonesas con teleobjetivos, micrófonos y otros sistemas
miniaturizados. Entre sus paredes se controlaba el correo y se grababan
conversaciones que mantenían los visitantes extranjeros en los hoteles de
Tirana. Detectar la posible presencia de sustancias venenosas en los envíos
realizados desde el extranjero era otra de sus funciones.
Durante la ocupación sirvió de centro de interrogatorio de
los nazis, y antes de que se desatase la barbarie, House of leaves era el destino soñado por miles de mujeres
albanesas, porque este edificio fue proyectado y construido para albergar una
clínica de obstetricia y ginecología. La primera sala de maternidad gratuita
del país. Abrió sus puertas en 1931, y doce años después se convirtió en el
sinónimo del terror. En un lugar que aún hoy sigue siendo maldito.
Camino de Dürres en una calurosa mañana del mes de julio que
se encamina hacia el mediodía, un hombre señala discretamente su vehículo con
una mano y pronuncia una palabra “taxi”. Subimos a un Volkswagen todoterreno
impecable. Es uno de tantos que opera sin licencia en un país en el que
predomina la economía sumergida. El fraude fiscal suponía más del 30% del
Producto Interior Bruto en el año 2015.
“¿Clinton?”, pregunto (el ex presidente de EE UU se
encontraba entonces de visita en Albania invitado por el primer ministro Edi
Rama, del Partido Socialista). Busca en la radio una emisora italiana en la que
suena música en español. Levanta el dedo y proclama su simpatía por Barak Obama
y su rechazo hacia George Busch, que fue recibido en el año 2007 en una
faraónica pirámide construida para perpetuar el recuerdo de Enver Hoxa.
La pirámide
Fue museo, centro de comunicaciones y base de la OTAN, pudo
haber sido una ópera, sirvió de mirador y por sus paredes se deslizaban los
jóvenes. Tres millones de dólares se invirtieron en su construcción. Estuvo
abandonada. Su entorno se convirtió en una estación de autobuses. Se planteó la
posibilidad de demolerla. Ahora alberga un centro de formación en tecnología.
La arquitecta Pranvera Hoxa, hija del dictador, fue una de las personas encargadas de dirigir los trabajos.
Marjo Regmer (Barro más
dulce que la miel): “El capitalismo trajo el caos, la falta de seguridad y
las desigualdades, y cuando más difícil se volvía la vida, más se fortalecía el
mito del comunismo como una época de justicia social. Nuestra transformación se
alarga hasta el infinito, es cruel e implacable con los débiles, y es ella la
que ha creado la nostalgia del comunismo, otro cáncer que corroe la sociedad albanesa”.
El 42% de las personas que participaron en una encuesta
realizada por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa en el
año 2016 calificaron de dictador e Enver Hoxa, mientras que el 45% lo consideró
“un político destacado y buen administrador”.
Los bañistas comparten espacio con los búnkeres en Golem, donde de ellos fue objeto de una intervención artística |
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