Llevar el agua


Cuando las manecillas del reloj se aproximan a las 15.00 horas del día 8 de septiembre del año 2021 y el sol aprieta, dos hombres cruzan una empinada carretera. Uno de ellos lleva una pequeña azada con la que levanta unos terrones que obstruyen el paso del agua por un canal paralelo a las fachadas de las viviendas, casi todas de dos plantas y dotadas de huertos. El agua irrumpe en unas plantaciones de plátanos que parecen estar suspendidas sobre un terraplén. Al fondo serpentea una autopista sostenida sobre pilares.

Para que alimente el regadío que hace posible la proliferación de parques y jardines, en los que lucen las hortensias y las aves del paraíso, las orquídeas y los tajinastes, las rosas y los geranios, el anturio, el massaroco, el agapuntos, los helechos, la retama amarilla y numerosas especies endémicas, para que crezcan el aguacate y la guayaba, el maracuyá y las chimimoyas, las sandías y los cerezos, los tilos y los castaños, el árbol del caucho y el drago, para hacer posibles las plantaciones de vino y cubrir la demanda de una población que se multiplica por la llegada de miles de visitantes, la isla de Madeira dispone de una infraestructura de cientos de kilómetros de longitud. Su construcción constituyó una empresa colosal, heroica, grandiosa y trágica. No está catalogado el número de víctimas mortales.

La carencia de maquinaria requería mucha mano de obra, las condiciones de trabajo eran precarias y muchos rocheiros murieron al excavar las empinadas paredes de las montañas. Colgados de cuerdas atadas a los  árboles, dentro de cestos de vimbio, se arriesgaban a caer desde centenares de metros. Para llegar a los lugares de trabajo tenían que realizar largas caminatas con pesadas herramientas a sus espaldas

Las levadas de la isla de Madeira tienen su origen en el siglo XV y su finalidad original era atender la demanda de agua de la agricultura, aunque actualmente también prestan servicio para uso doméstico, las fuentes, los molinos y varias industrias, entre otros. La red constituye un grandioso monumento con una longitud aproximada de 2.500 kilómetros, de los que 40 discurren a través de túneles, a una altura media de entre 800 y 1.000 metros, en un territorio cuya superficie es de apenas 756 kilómetros cuadrados.

Se encuentran en la vertiente norte, donde la lluvia es más abundante, están trazadas en horizontal, sin apenas desnivel, y de ellas parten canalizaciones cuesta  bajo que se ramifican y distribuyen en miles de fincas. Água do giro, le llaman, porque su administración se realiza mediante giros que abren y cierran las compuertas a cualquier hora del día o de la noche.


Además de prestar un servicio vital para la población, los caminos abiertos para el agua también hicieron posible el descubrimiento de deslumbrantes parajes naturales. Atravesando espacios poblados  por la laurisilva se pueden observar formidables formaciones geológicas recubiertas de un manto verde, y decenas de especies de plantas endémicas y otras exóticas.

Secuoyas de más de cien metros de longitud despuntan en el punto de inicio de la Levada de Caldeirão Verde (construida entre los años 1830 y 1840), también abundan los robles, usados en la construcción de barricas destinadas a guardar el vino, y el brezo, al igual que el laurel, que aromatiza las espetadas. El pájaro Tintilao hace sonar su característico ti-ti y las dificultades que supone atravesar un túnel de cuatro kilómetros de longitud quedan compensadas por el frescor que desprenden sus húmedas y oscuras paredes.

La niebla filtra el paso de la luz y se asienta sobre las cumbres en la mañana del día 7 de septiembre: a un lado, una pared casi vertical en la que está excavada la canalización, que adquiere en algunos tramos el color característico de la arcilla, y a la otra precipicios. Dos nuevos túneles completan el itinerario, de doce kilómetros, que comenzó en el parque forestal As Queimadas (municipio de Santana) y concluye bajo una cascada de 110 metros de altura en Caldeirão Verde. 

Hoy las levadas atraen a miles de viajeros, pero conviene no olvidar que el objetivo primordial de su construcción estriba en la necesidad de llevar el agua de un lugar a otro en función de las necesidades. Era preciso articular un sistema de regadío para compensar un régimen natural de lluvias muy abundante y también muy irregular en el tiempo y en el espacio.

Las levadas son estrechos canales abiertos a través de terrenos montañosos, caracterizados por su pronunciada pendiente, que constituyen una singular obra de arte e ingeniería. Están construidos a través de una abertura en el suelo, amparados con piedras basálticas de pequeñas dimensiones; habitualmente, de un metro de ancho y de entre 50 y 70 centímetros de profundidad.


Algunas tienen centenas de metros, mientras que otras se prolongan a lo largo de decenas de kilómetros. La mayoría comienzan y son alimentadas por los ríos que parten de la cordillera central de la isla. El lugar de inicio es el que da nombre e identifica las levadas.

Además de dar vida a la isla y abrir nuevos caminos a través de sus frondosos paisajes, la construcción de estas canalizaciones también fue el origen de una estructura social relacionada con su administración, que pone de relieve la importancia de la gestión de este recurso.

El término heréus designaba, inicialmente, a los cultivadores de las tierras regadas con agua de las levadas. Posteriormente, pasó a identificar a los propietarios de cualquier parcela que se sirve de ella. El  juiz da levada era el máximo responsable de la administración y el mantenimiento de las mismas. El levadeiro se encargaba  del cumplimiento de los estatutos. Era necesario que además de saber leer y escribir, su comportamiento moral y cívico fuese ejemplar.


Destaca por su longitud la Levada dos Tornos, con 106 kilómetros (su construcción concluyó en el año 1966), de los cuales 5.100 metros atraviesan las rocas volcánicas desde de la Fajã da Nogueira hasta Ribeira de Santa Luzia. En la misma levada hay un segundo túnel, de 4.300 metros, desde Ribeira Grande de São Jorge hasta la Ribeira Seca do Faial

La explanada de las levadas discurre en paralelo a la canalización y sirve de camino para los vecinos, el levadeiro y los visitantes. Habitualmente, es de tierra y su anchura puede oscilar entre escasos centímetros y varios metros.



Só quem os tiver visto trabalhar na abertura destas levadas em vertentes quase verticais e a centenas de metros da sua base, como que suspensos no espaço nas mais inverosímeis posições e em risco constante de uma queda fatal à mais leve distracção ou passo em falso, só quem os tiver visto no trabalho, dizia eu, poderá ajuizar do seu extraordinário arrojo; e ao examinar-se a obra em si, fica-se perplexo ante a perfeição com que foi executada em tão difíceis e perigosas condições! Admirável esforço o desses operários madeirenses! Saudemo-los com reconhecimento e admiração. 

Fragmento de un discurso pronunciado en la inauguración de la Central Salazar (1953), que figura en el trabajo 'As Levadas da Ilha de Madeira. Uma herança cultural', de José Xavier Vieira Marujo, 2015.



Las dos fotos de la construcción de una levada corresponden a Perestrellos Photographos, están fechadas en la década de los 50 del siglo XX y figuran en el libro al libro 'Madeira (Breve historia ilustrada)', adquirido en la Livraria Esperança (Funchal). 



 

Nómadas
8/25/2022
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