Un caballo busca alimento en un suelo pelado bajo la mirada de su dueño, que lo sujeta con una cuerda. Corre cerca el agua y retazos de hierba salpican de verde las inmediaciones. Atrás quedaron treinta kilómetros de ascensión por un territorio acartonado en el que sobrevolaban gavilanes y águilas, es la distancia que separa un pequeño pueblo llamado Arshavan, en la región de Aragatsotn, de Erevan. Nos encontramos en la falda norte del monte Aragats, a dos mil metros sobre el nivel del mar, rodeados por cuatro crestas que se elevan cuatro kilómetros formando un imponente círculo en una mañana silenciosa y soleada del mes de septiembre de 2016.
Once años antes, el día 28 de mayo de
2005, este paraje se convirtió en el escenario de una de las más grandiosas y
emocionantes manifestaciones que puedan protagonizar los seres humanos: una muchedumbre
subió al monte procedente de lugares próximos, Ashtarat, Artik, Aparan, Talin,
Oshakan, Byurakan… y desde las regiones del norte cercanas a Georgia, como Shirak,
Lori y Tavush; Gegharkunik, bordeando el lago Sevan y la frontera con
Azerbaiyán; de Ararat, Armavir y Kotyak, en el centro del país, y también de
las más lejanas y sureñas, como sucede con Vayots Dzor y Syunik, camino de Irán.
Los cronistas dejaron escrito que
bailaron la Danza de la libertad, formando un anillo alrededor del monte
Aragats de 162 kilómetros de diámetro. Celebraban el aniversario de la
proclamación de la República Democrática de Armenia, y a la cita aseguran que
acudieron 250.000 personas. En este macizo de 6.000 kilómetros cuadrados, que
bordean los ríos Kasagh y Akhuarian y se extiende hasta los montes Ararat y Shirak,
paseamos por el Parque de las Letras.
Las treinta y nueve letras con las que tejen las palabras del idioma armenio cuentan con un monumento en el altiplano, obra de Dgim Torosyan. Es una sorprendente escuela al aire libre, inaugurada ese mismo año y coincidiendo con el 1600 aniversario de la creación del alfabeto. En este conjunto escultórico también pueden verse las figuras de varios personajes cuya aportación resultó crucial en la historia de este milenario y olvidado país. Sobre todas ellos se alza la de Mesrop Mashtots (մեսրոպ մաշտոցներ).
Era el responsable de transcribir al griego,
al persa y al siríaco los decretos y edictos del rey Cosroes IV cuando sintió
la necesidad de abrir un nuevo camino. Lejos de las comodidades que la corte
deparaba a un erudito que había recibido una educación liberal, tomó los
hábitos y se retiró a un monasterio, escribe Koriun, su biógrafo y alumno en un
libro titulado La vida de Mashtsot. Soportó hambre, frío y
pobreza, se alimentó de plantas, durmió en el suelo y estudiaba la Biblia,
añade. Así, durante varios años.
Nacido en el año 362, cuando tenía 25 el
país en el que vivía perdió la independencia y su territorio pasó a estar
gobernado por Bizancio y Persia. El rey se convirtió en un mandado de los persas
y la persecución religiosa desatada poco después amalgamó al clero, los nobles
y el pueblo en torno a la Iglesia Apostólica.
Pero aquella fe tan enraizada en las
profundidades de la historia, carecía de textos legibles en el idioma que
hablaban los fieles. Mesrop Mashtots entendió que era necesario diseñar un
conjunto de signos que hiciesen posible divulgar el contenido de la Biblia y
evitar que se diluyese la identidad colectiva de un pueblo que estaba sometido
en aquellos momentos por una potencia extranjera.
En la colosal tarea de delinear la estructura de un alfabeto, dispuso del respaldo de la corte y los nobles, consultó con sabios, monjes y obispos, y en el año 405 había alcanzado su objetivo. Armenia contaba con un alfabeto compuesto por treinta y seis letras (a las que le fueron agregadas tres más en el siglo XII).
Superado un obstáculo decisivo,
comenzaba ahora una ardua tarea que iba a prolongarse durante siglos: decenas
de traductores se desplazaron a los centros del conocimiento para acceder a los
documentos originales, traducirlos y ponerlos al alcance de sus compatriotas.
Yeghisheh, Movses, Tativ, Gregorio de
Narek, Movses Khorenatsi, Vartan, Hovhannes de Egheghiazt, Davit` El
Invencible, Khose de Baghin, Moise de Chorene, Hovhannes de Mandakuni y Koirun formaron
parte del grupo de pioneros que viajaron hasta Edesa, en Mesopotamia, hasta
Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Atenas para verter al armenio un
inmenso caudal de sabiduría.
En el año 425 la traducción de la Biblia era una realidad. Cuentan que la primera línea escrita por Mesrop Mashtots es de Salomón y figura en el Libro de los Proverbios: առարկայի իմացություն և բառերն ու էությունը սովորելու դասավանդումը (“Conocer la sabiduría y la instrucción; percibir las palabras y el entendimiento”).
Con la creación de un código destinado a la comunicación por escrito, la puesta en marcha de un amplio grupo de traductores dispuestos a dotar a Armenia de un fondo bibliográfico y la apertura de escuelas para divulgarlo -la primera fue inaugurada en el Monasterio de Amaras, situado en Artsakg (Nagorno Karavaj)- se hizo necesaria la elaboración de un soporte en el que plasmarlo.
Cuenta el historiador Plinio el Viejo que la elaboración del pergamino, iniciada en Pérgamo, había sido la consecuencia de la lucha por el dominio cultural e intelectual que mantenía esta ciudad con Alejandría, motivo por el que el rey de Egipto Ptolomeo (205-182 antes de nuestra época) decretó un embargo en la exportación del papiro, circunstancia que propicio la búsqueda de una alternativa en la corte de Eumenes II, rey de Pérgamo, para dotar de nuevos volúmenes a la biblioteca situada en Asia Menor, cerca de Éfeso.
El ganado ovino, caprino y vacuno ganó
así una nueva utilidad en Armenia. Artesanos curtidores aflojaban los restos de
la carne, la grasa, la piel y el pelo usando agua cal y otros productos
corrosivos, además de ayudarse con un pelador, para después tensar las pieles
en unos bastidores donde eran sometidas a varios procesos de aislamiento y
secado.
Entre los pergaminos que
acreditan la larga historia de la nación armenia figuran los de Herodoto,
Jenofonte y Estrabón. Cuando a principios del siglo IV de la época anterior
Jenofonte huye con sus mercenarios del ejército de Artajerjes, llega a Armenia
y dice de este país que es “amplio y rico”. Sus habitantes luchan con el
ejército persa contra los griegos en Salamina, en las Termópilas y contra los
generales del Imperio romano.
Esos pergaminos garantizaron la supervivencia del idioma de un país cuya estratégica situación geográfica fue el origen de sus penalidades, al convertirse en un territorio invadido una y otra vez, y a cada conquista le seguía el trágico corolario de represión, deportación y masacre.
Nacido en Hatsekats (actualmente en Turquía), Mesrop Mastots
falleció el día17 de febrero de 440 en Vagharshapat y fue enterrado en una
iglesia construida en Oshakan para convertirse en su panteón. Este templo fue
convertido en una catedral en el siglo XIX y en su vestíbulo se encuentra un
obelisco de basalto que representa un libro abierto, inaugurado 1600 años
después de su nacimiento. Bordea la construcción un conjunto de estelas de
piedra en cuya mitad está esculpida una cruz que descansa en un símbolo del sol
o de la rueda de la eternidad, acompañada de motivos geométricos vegetales, de
santos y animales. Son las khachkars.
Trece siglos después de la creación del alfabeto, la preservación
de la milenaria historia de este país iba a recibir un impulso definitivo con
la puesta en marcha de imprentas en Milán, Livorno, Venecia, Amsterdam,
Marsella, Constantinopla, Leipzig y Padua, protagonizada por emigrantes
armenios.
Pero para llegar a este punto de la historia fue necesario un
titánico esfuerzo y un descomunal sacrificio, el que protagonizaron miles de
monjes que convirtieron los monasterios en focos que irradiaron la luz de la
filosofía y la ciencia.
La referencia por autonomasia se encuentra en uno de los más
antiguos y está situado en la región de Lori, es el Monasterio de Haghpat.
Construido en el período comprendido entre los siglos X y XIII, entre sus
paredes encontró protección una rica colección de manuscritos. De todas sus
estructuras se mantienen la iglesia principal, dedicada a san Nishan, con sus
esculturas externas y sus frescos en el interior, la de san Gregorio, el
pequeño domo de la de san Astvatsatsin, el nártex, el campanario, las khachkars
y el depósito de los libros.
Monasterio de Haghpat |
Pequeños huecos fueron excavados para encajar las piedras usando una técnica destinada a minimizar el efecto de los terremotos. Son detalles arquitectónicos que destacan en unas construcciones austeras, diseñadas sin adornos, para que los monjes se concentrasen en su labor. Incluso la localización del monasterio, a medio camino del alto de la colina, y no en la cima, era un gesto de humildad.
El depósito de libros fue utilizado para guardar los
manuscritos y textos hasta el siglo XIII, cuando la armada mongola comenzó a
amenazar Armenia. Los textos fueron trasladados entonces a varias cuevas, descubiertas
algunas de ellas con el paso del tiempo.
Incluso después de que se alejaran los invasores descartaron la
posibilidad llevar nuevamente los textos a su emplazamiento original. El oscuro
y frío depósito construido para conservar el delicado pergamino fue convertido
en un almacén de alimentos de los monjes del Monasterio de Haghpat.
El Monasterio Sahanin fue construido en el siglo X y nombre
se traduce como «este es más viejo que ese», presumiblemente en referencia al
de Hatpat, que se encuentra próximo, y separados ambos por una profunda
«grieta» formada por un riachuelo. Es probable que también se levantase sobre
un templo precristiano.
Fue fundado en el año 966, en sus estancias se impartían
lecciones de humanidades, medicina y otras ciencias y de su escritorium salieron
libros, muchos de ellos ilustrados con miniaturas. Cuenta con dos iglesias,
dedicadas a la Madre de Dios y a El Salvador, y la capilla de san
Gregorio.
A través de un porche se accede a una biblioteca de planta
cuadrada. La decadencia de este complejo monástico se produjo a raíz de
invasión de los mongoles, en el año 1235.
Monasterio de Tatev |
Sobre una amplia altiplanicie de basalto, y cerca de un pueblo con su mismo nombre, está asentado el Monasterio de Tatev. Es un complejo de edificaciones rodeadas de una muralla y situado al borde de una profunda garganta del río Vorotan, en la provincia de Syunik, al sur del país.
En los siglos XIV y XV albergó una de las universidades medievales más importantes
de Armenia. En sus talleres se reprodujeron libros y fueron elaboradas
miniaturas y pinturas de figuras en los manuscritos ilustrados. Sus
investigadores también contribuyeron a que se conservase la cultura y el credo
durante uno de tantos periodos más turbulentos de la historia de este país.
Como sucede con otras muchas construcciones destinadas al
culto religioso, el lugar que ocupa ya había sido usado desde tiempos
precristianos, albergando un templo pagano que fue reemplazado por una iglesia
a raíz de la cristianización de Armenia, en el siglo IV. El desarrollo del monasterio
empieza en el siglo IX, cuando se convierte en la sede del obispo.
Cuenta con tres iglesias, dedicadas a los apóstoles Pedro y
Pablo y a san Gregorio El Iluminador. Al lado de esta se encuentra un mausoleo
dedicado al filósofo Grigor Tatevasi, y adosado a una de las torres defensivas,
a un paso de la puerta de acceso, está el templo de santa María. Sobresale en
este complejo la Columna de Gavazan, cuyo sistema mecanismo subterráneo de
piedras provocaba su inclinación, advirtiendo de la proximidad de un terremoto.
A principios del siglo XI, albergaba alrededor de un millar
de monjes y un gran número de artesanos. Durante este siglo y los dos
siguientes sufrió los daños provocados por un terremoto y fue invadido,
destruido parcialmente y reconstruido de nuevo varias veces. En 1170, la
dinastía selyúcida saqueó el monasterio y quemó unos diez mil manuscritos.
En el extremo sur de la Avenida Mashtots se encuentran el Museo de Ereván y la sede del municipio. Esta vía atraviesa la capital de Armenia, en su itinerario está situada la Plaza de Francia (en este lugar se asienta el edificio de la Ópera) y arranca la Calle Korium. Al norte, y con el Parque Hagtank muy cerca de su fachada posterior se levanta el Matenadarán (biblioteca en armenio), conocido también con el nombre de Instituto Mashtots.
Es un edificio construido en el año 1957, al que agregaron un
ala en 2012, coincidiendo con la designación de esta ciudad como ‘Capital
mundial del libro’ en conmemoración del medio siglo que había transcurrido
desde la impresión del primer texto impreso en armenio, en unos talleres de
Venecia. Al pie de este inmueble de basalto y sobre un pedestal, Mesrop Mahtots
abre los brazos mientras Koriun permanece de rodillas.
El titánico esfuerzo realizado a través de los siglos para
mantener a salvo el más preciado patrimonio de este pueblo, su cultura y sus
orígenes, se encuentra en su interior. Son veinte mil los manuscritos que
guarda, de los que diecisiete mil están escritos en armenio. De los treinta mil
libros que fueron copiados durante la Edad Media y el siglo XVIII, un tercio de
ellos están ilustrados y se conservan en este lugar, al igual que varios
millares de manuscritos y más de cuatrocientos pergaminos.
El Matenadarán. Mesrop Mashtots en primer plano y Koriun de rodillas |
En el primer piso está expuesta una muestra de trabajos académicos sobre filosofía, historia, matemáticas y medicina, al igual que el manuscrito de mayores dimensiones, de treinta y cuatro kilos de peso, para el que fue necesario utilizar setecientas pieles de becerro, y una miniatura de doce gramos de peso y tres centímetros por cuatro de dimensiones. La iluminación realza los recubrimientos dorados de las portadas.
En una bodega blindada y dotada de las condiciones adecuadas de
temperatura, luminosidad y humedad se guarda un tesoro al que tienen acceso los
investigadores.
El Matenadarán de Ereván es el continuador del que se
encontraba en Echmiadzín, sede del Catolicós de la Iglesia Apostólica, de la
que fueron trasladados sus fondos hasta Moscú en el año 1915 cuando el Imperio
Otomano puso en marcha un genocidio que acabó con la vida de más de la mitad de
la población armenia (en torno a millón y medio). En 1922 fueron devueltos a su
emplazamiento original y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas la
declaró propiedad pública.
Entre el inicio del holocausto y su final quedó registrado un
episodio que pone de relieve la conciencia social y la valentía de las mujeres
armenias, que escribieron las letras del idioma en la arena de los ardientes
desiertos de Siria y Mesopotamia, a los que fueron deportadas por los turcos,
para que sus hijos no lo olvidasen. Sus descendientes aprendieron la lección y
lo demostraron el día 28 de mayo del año 2005 en el Parque de las Letras del
monte Aragats y todos los años el 6 de febrero, una jornada en la que se
celebra el Día de los Traductores.
(Dedicado a Lusine Ghazaryan, que nos abrió las puertas de Armenia, en el día de su cumpleaños)
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