Hay nidos en la oficina de admisión, donde tomaban nota de la identidad de los presos; en el puesto de guardia, una estancia donde eran sometidos al primer interrogatorio, y el en el depósito de la ropa, lugar al que entraban con el atuendo que llevaban encima cuando fueron detenidos y del que salían vestidos con un traje a rayas.
A
continuación, en la entrada figura la inscripción Arbeit macht frein (El trabajo te libera), escrita en
semicírculo y letras mayúsculas en el umbral, sobre un fondo blanco que destaca
en una pared de color ocre. También hay nidos en la sala de duchas, la
enfermería, las celdas, que fue la última estancia para varios miles antes de
ser asesinados, y la morgue.
El día 24 de
noviembre del año 1941 llegaron varios centenares de hombres a este lugar para
encargarse de la construcción de las cocinas y los barracones y llevar a cabo
las obras destinadas a construir un campo de concentración, pertrechado por
unas murallas de doce metros de alto, bordeadas por un foso, con tres puertas
de acceso y puentes levadizos. Poco después lo hicieron los primeros presos.
El primer
patio está dividido en dos bloques, las literas están numeradas, son de tres
niveles y no cuentan con más luz natural ni ventilación que la que entra por
sus robustas y pesadas puertas. Documentos identificativos permiten ponerle
cara a una ínfima parte de las víctimas del exterminio nazi. Mirarle a los ojos
provoca estremecimientos. A continuación llegamos al hospital, que dejó de
serlo cuando la afluencia de prisioneros hizo necesario acondicionar un espacio
destinado a las mujeres, y la morgue, donde depositaban los cadáveres.
El recorrido por un entorno que habitó la muerte continúa bajo tierra, a través de un túnel de aproximadamente medio kilómetro de longitud y ciento noventa centímetros de alto, que realizamos a tientas. Durante los escasos diez minutos que transcurren en las entrañas de la tierra pasan por la memoria las imágenes de la brutalidad nazi grabadas en la memoria. Este recorrido era el que hacían aquellos que habían sido destinados a las celdas de castigo, sabiendo que no habría vuelta atrás, y que cuando cruzasen la puerta de salida iban a ser tiroteados en el campo de ejecuciones, un lugar donde puede verse una estructura de madera con una horca que también fue utilizada en algunas ocasiones.
Después de
haber pisado el territorio del terror se convierte en un ejercicio imposible el
de imaginar que los nazis llegaron a construir un escenario con tiendas, que
decoraron las fachadas con jardineras y organizaron partidos de fútbol. Y que
obligaron a los presos a realizar el papel de felices ciudadanos paseando del
brazo de sus supuestas esposas y en compañía de unos hijos que no lo eran, y
responder a sus preguntas con las consignas que les impusieron, en una
dramática parodia con la que lograron engañar a los inspectores enviados por
Cruz Roja.
Sucedió en
1942, año en el que incluso se rodó una película titulada El Fhürer regala una ciudad a
los judíos y fue enviado el primer contingente de presos al campo de
exterminio de Auschwitz, entre el que figuraban aquellos que tuvieron que
realizar el papel de actores. En la cámara de gas también acabaron los días de Viktor Ullmann, un compositor checo que
estrenó en Terezín la ópera El emperador
de la Atlántida, un alegato contra la guerra y el totalitarismo. Treblinka
fue otro de los destinos.
El campo de
concentración fue liberado el día 9 de mayo de 1945 por el Ejército Rojo, y los
dibujos realizados por los niños que lo habitaron sirvieron de prueba en el
juicio de Núremberg, porque una mujer, Friedl Dicker Brandeis, convirtió la
enseñanza de la pintura en una terapia para varios miles que asistieron a sus
clases clandestinas.
El anhelo de
la vuelta a casa, las atrocidades que observaban y de las que fueron víctimas,
el apaleamiento de los presos para que
entrasen en los trenes, la lucha por la comida y escenas de nazis arrancando
los niños de los brazos de sus madres son algunas de las representaciones
plasmadas por los jóvenes artistas.
Una
pesadilla blanca
de chimeneas quemando sangre
para hijos de Judea
con rara estrella y rostro de hambre.
En invierno y verano es igual
tras alambres no hay estación.
Terezín de los niños jugar
con la muerte común
mientras pintaban el cielo azul,
mientras soñaban con corretear,
mientras creían aún en el mar,
y los llevaban a caminar para no regresar.
Terezín, pelota rota.
Sed de
tardes ya increíbles
saltaron locas las altas tapias,
y el amor, irreductible,
quedó colgado en alambradas de Terezín.
Terezín, pelota rota.
El sol circula por el centro del firmamento el día 13 de julio del año 2011 cuando está a punto de concluir el recorrido por la antesala del infierno. Hace calor, pero persiste la sensación de frío, la visión del corredor, la estampa de los presos judíos torturados en los amplios patios, los baños en agua helada, las noches a la intemperie a quince grados bajo cero. Frío como hielo congelado. Y las atareadas golondrinas vuelan por la oficina de admisión, el puesto de guardia, el depósito de la ropa, los barracones…
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