«Mi padre, que era bajito como yo, siempre iba a la cola, y como sabíamos que pasaba por delante de nuestra casa, mi hermana y yo bajábamos a la puerta. Él se paraba a darnos unos besos y después tenía que apurar el paso».
Jesús Ameneiro López recuerda a José Ameneiro Bustelo, al que la Guerra Civil cogió en Monforte, donde fue militarizado y desfiló con un mosquetón cuando trabajaba en el Ferrocarril del Oeste de España.
José se libró del servicio militar porque su padre, Jesús Ameneiro Tarrío, registró su nacimiento el 1 de enero de 1911, cuando había sido el 31 de diciembre de 1910. Quedó fuera del cupo pero vistió el uniforme, como era su ilusión, aunque fuese muy poco lustroso.
De la locomotora de vapor al AVE, la historia del ferrocarril en Galicia corre paralela al apellido Ameneiro. Jesús Manuel Ameneiro Piña, hijo de Jesús, es el cuarto representante de la familia.
Nacido en el año 1870, Jesús Ameneiro Tarrío ingresó como alumno meritorio de la Compañía Inglesa, y a los 17 años era factor en la estación de Cornes (Santiago). Corría el 1887, y el primer tren había partido 14 años antes con destino a Carril.
Los detractores del caballo de hierro clamaban a los cuatro vientos que provocaría incendios, las vacas no darían leche, las gallinas no pondrían huevos y el paso por debajo de los túneles causaría enfermedades a los viajeros.
Rubiáns. Rubiáns fue siguiente destino, y lo que hoy es una parroquia de Vilagarcía fue un fugaz concello, durante los años 1013 y 1914, cuyo rango le venía dado por el imponente pazo del Marqués de Aranda y Señor de Rubiáns.
Su influencia justificó la existencia de una estación tan próxima a la de Carril, donde siguió su periplo, y como jefe de la misma dio el aviso de entrada el tren en que viajó Alfonso XIII cuando la aristocracia estaba empeñada en que el monarca construyese un palacio en la isla de Cortegada.
También vivió la prolongación del tendido ferroviario hasta Pontevedra, en 1899. Su esposa, conocida como la señora Pepa, regentó la cantina, y su hermano Jesús lo sustituyó como jefe de estación cuando falleció, en 1923.
José, su hijo, tenía 13 años, y también fue alumno meritorio de la Compañía Inglesa, que gestionaba el ferrocarril en Galicia. Inició su periplo como factor en carril, con 18 años, y después fue trasladado a Vigo y Ávila, donde se casó en 1931.
Un año después, la Compañía Inglesa fue absorbida por Ferrocarriles del Oeste de España y José fue destinado al área de transmisiones de uno de los nudos ferroviarios más importantes de Galicia, el de Monforte.
Jesús tendría que haber nacido en esta localidad lucense, pero su padre quiso que tanto él como su hermana abriesen sus ojos por primera vez al mundo en Carril, desde donde los llevaron hasta Monforte.
Allí los encontró el estallido de la Guerra Civil. «Mi padre me llevaba a la estación, donde veía pasar los trenes cargados de soldados», comenta Jesús. «Sobre unas plataformas cargaban aviones de pequeño tamaño que, creo, trajeran de Inglaterra. Me quedaron grabados aquellos recuerdos de cuando era niño», agrega.
La estación de Atocha, en Madrid, fue su siguiente destino, en el que permaneció durante unos meses del año 1940 para regresar a los talleres que la empresa abrió Vilagarcía, donde se jubiló en 1968, pero relación entre la familia Ameneiro y el tren tuvo continuidad a través de él.
Jesús era ayudante de oficial de soldador en 1954, y comenzó su andadura en A Coruña con un sueldo de 18,75 pesetas que no le llegaba para pagar la pensión, aunque sus apuros quedaron solucionados en unos meses, cuando encontró destino en Vilagarcía.
Jesús llegó a tiempo para ser testigo de la intervención protagonizada por el cardenal Quiroga Palacios, que exhortó al cerca de medio millar de trabajadores a seguir por los caminos de la fe.
El improvisado púlpito de su homilía, que tuvo lugar durante la Semana Santa, fue un vagón en fase de construcción, destinado a un alto mando de la empresa, que bautizaron los ferroviarios con el nombre de El Vaticano.
Renfe se hizo con Ferrocarriles del Oeste. Torneros, fresadores, ajustadores, soldadores, caldereros, carpinteros y pintores se encargaron de los vagones que circularon por España durante varias décadas, mientras la actividad era constante en la estación, por la que iban y venían los mozos, enganchadores, factores y almacenistas.
Jesús vivió los años de esplendor y declive, que comenzaron con el cierre de los talleres de Monforte y Vigo, cuyos trabajadores se trasladaron al de Vilagarcía. Las puertas cerraron en el año 1992. Jesús Manuel estudio en la Escuela que tuvo la Renfe en Bamio (Vilagarcía), pasó por la estación de Irún y trabaja en Vigo. Es electricista. El último eslabón de la cadena.
Diario de Pontevedra (10-02-2013)
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