Armado con un instrumento de medición llamado
teodolito, que se usa para obtener ángulos verticales y horizontales y también
está dotado de herramientas auxiliares para medir distancias y desniveles, un
buen día Domingo Fontán Rodríguez se dispuso a recorrer Galicia.
Había encargado esta herramienta a un óptico
de París para afrontar una misión, inédita en España, que iba prolongarse desde
el año 1817 hasta el 1834. La de levantar la Carta Geográfica siguiendo un método
científico por primera vez, la triangulación geodésica.
«Se echó a los caminos para convertirse en un
personaje celebérrimo en cada comarca por la que iba pasando, y al que los
campesinos trataban con una mezcla de reverencia y conmiseración, las que
merecía un sabio que tenía el comportamiento de un loco», escribe Miguel Anxo
Murado en ‘Otra idea de Galicia’.
Nació en una familia, que él mismo calificó
de «no escasa fortuna», el día 17 de abril de 1788 en el lugar de Porta do
Conde (Portas). Estudió en Baliñas y Búa (Barro), hasta que a los doce años se
hizo cargo de su educación uno de sus tíos, el sacerdote Sebastián Rodríguez.
Bajo su tutela inició una nueva etapa a
caballo entre Noia y Santiago, donde ingresó en la Universidade para cursar
estudios en disciplinas tan diversas como teología, matemáticas, astronomía,
derecho, filosofía y lenguas española y francesa. Galicia se convirtió en su
gran pasión.
Humanista y liberal, sus ideas sociales
avanzadas le depararon problemas personales y profesionales. Los partidarios
del rey Fernando VII lo acusaron de traidor y fue juzgado, condenado y
amnistiado, purificado era el término que se usaba entonces, en dos ocasiones.
La inquietud por la cartografía se la inoculó
un profesor, el lalinense José Rodríguez González, conocido como ‘El matemático
de Bermés, que impartió clases en la Universidad de Gotinga (Alemania) y, como
su discípulo, también fue represaliado por sus ideas políticas.
Compaginó su grandiosa empresa con la función
de profesor en la Universidade de Santiago, secretario de la Deputación
Provincial de Galicia y diputado en Cortes por las provincias de Pontevedra y
Lugo en tres ocasiones.
Lo hizo en solitario, durante las vacaciones,
financiándose con sus propios medios y alguna ayuda puntual. Unos dicen que
estableció su primera estación geodésica en una aldea de Ordes y otros sitúan
este hito en la torre del reloj de la Catedral de Santiago
El matemático de Portas estaba convencido de
que no podía entenderse Galicia sin el conocimiento profundo de su geografía, y
en sus periplos localizó más de 4.000 iglesias que no habían sido catalogadas.
«Fontán rayó entre lo mítico y lo poético,
porque a lo largo de sus diecisiete años de recorridos a pie y a caballo llegó
a conocer personalmente a casi todos los gallegos vivos en aquel momento,
además de todos y cada uno de sus pueblos, valles, ríos y montañas», expone
Murado.
Cuenta Murado que el sabio de Portas realizó
un añadido de última hora a su monumental obra, al percatarse de que había
olvidado incluir en ella el nombre de su lugar natal, Porta do Conde.
Xosé Los Vila Fariña, en ‘Vida y obra
de Domingo Fontán’ indica que las gestiones para la impresión de la Carta
Geométrica comenzaron en el año 1834, cuando fue entregado a la reina María
Cristina de Borbón, pero no culminaron hasta 1845, «y fue necesario que
su autor se desplazase a París en el año 1838, dado que por los lares hispanos
no se hallaba grabador que se sintiese capacitado».
«Se compone de doce grandes hojas, tamaño
600x700 milímetros, en una escala 1:100.000, llevando al lado de la escala en
kilómetros otra en leguas de 20.000 pies y una tercera en millas, de 60 de
largo. Las alturas sobre el nivel del mar van dadas en varas castellanas,
equivalentes, cada una de ellas, a 835 milímetros», precisa Vila Fariña.
«Nuestra madurez intelectual como personas
puede remontarse a la forma en que trazamos los dibujos de nuestro entorno.
Comenzamos con representaciones primitivas y literales del terreno que vemos a
nuestro alrededor, y vamos avanzando hacia representaciones cada vez más
precisas y abstractas del espacio geográfico y topográfico», expone Nicholas
Carr en ‘Superficiales’. Este proceso «representa una revolución de los modos
de pensar», concluye el cartógrafo Vicent Virga.
Adrián Solovio, el personaje en el que se
identifica a sí mismo Otero Pedrayo en la novela ‘Arredor de si’, finaliza su
recorrido por Europa ante el lecho de su tío moribundo, quien le pide que
ilumine con una lámpara el mapa de Domingo Fontán para pasar su mano por los
lugares que conoció.
«Para uns a Terra é o pequeno berce no que
naceron (...) Para outros, a Terra e tan grande que soamente alcanzan a vela no
mapa de Fontán» (Castelao, ‘Sempre en Galiza’).
Durante los últimos tiempos, no pocos
alcaldes justificaron los gastos en fiestas gastronómicas diciendo que era la
mejor manera de poner a sus respectivos municipios en el mapa, cuando de ese
trabajo ya fue realizado hace nada menos que 278 años.
Cabe preguntarse qué habría sido del ilustre
geógrafo si para llevar a cabo su inmensa obra hubiese tenido que participar en
cuanta papatoria se celebra en Galicia a cuenta del erario público. Es muy
probable que acabase con el colesterol por las nubes y el hígado reventado.
Diario de
Pontevedra (08-07-2012)
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